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15/06/2019

Legionario

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Legionario

Texto escrito durante el Taller de escritura circular en Hangar en un ejercicio sobre encuerpar la ira.

Soy un hombre a quien la suerte hirió con zarpa de fiera, soldado de Dios, hoy en misión del capataz cofrade. Sólo miro al frente, al sol que curte mi piel morena, al escuadrón de hombres salvajes que adiestro adusto, furioso, sin aprecio.

Porto en hombros a mi Cristo muerto en dirección a este templo rescatado. El sudor de mis manos resbala en contraste por sus piernas frías y duras de cadáver en Vía crucis. Dirijo desde sus pies a mis hombres hacia la gran puerta. Marcando el paso, gritando como en la guerra. La mezquita es puta y hay que someterla.

Defiendo fuerte y con rudeza mi hombría, mi patria, mi promesa. Cumplo el reclamo que Dios me hizo junto a mis bestias. Escupo al pensar en ellos. Sabandijas, deleznables, ratas que sólo ansío cerca para defender el territorio de mi bandera. Honro la grandeza de los hombres que liberaron de herejes esta tierra, ahora revivo el ritual de asaltar la gran puerta.

Al llegar a la rampa de madera alzo la vista. Me asoma una sonrisa que apago con desprecio. Me regodeo, les ordeno un juego de piernas, disciplina militar, danza, pura belleza. Me ensalza escuchar sus suspiros de agotamiento. No les he dejado parar en ningún punto de la comitiva. Quiero que sufran, que aguanten, que hiedan.

Ahora sí, caminamos firmes dirección adentro. Atravesamos, observados, llenos de orgullo y jaleados, este gran coño que es el umbral de madera para violar con Cristo y mi escuadrón este lugar emblema.

Autora Belén Soto

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