De la fiesta nos alimentamos, de la fiesta vivimos
En enero se celebra el 1er aniversario del Centro LGTBI de Barcelona. Para la ocasión, hemos comisariado, en colaboración con Hamaca, unas proyecciones que abordan desde miradas subversivas y terapéuticas el valor de la fiesta, rito de cohesión y transformación irreversible.
“Frente a un arte cada vez más especializado como adorno de lo existente, un verdadero cambio social necesita prácticas culturales capaces de poner fin a la escasez y la austeridad de la cotidianidad, asumir la prodigalidad y el derroche, atacar las obligaciones.”
Henri Lefebvre, La vida cotidiana en el mundo moderno, 1968
“En una fiesta puede explosionar ese repertorio de deseos, fantasías y sueños a menudo adormecido en el fondo de nuestras subjetividades, y también se pueden generar nuevas ideas, valores y apetitos enfrentados a la racionalidad impuesta.”
Massimiliano Casu y Vanesa Viloria, en Diez ideas sobre el arte de la fiesta
De la fiesta nos alimentamos, de la fiesta vivimos es una propuesta comisarial de proyecciones donde abordar la fiesta desde su valor nutricional a la vida. La fiesta, la celebración ociosa, se articula ancestralmente como rito de cohesión irreversible, como una excepción repetitiva que establece nuevos nodos de tensión con la cotidianeidad a la vez que estabiliza vínculos, normas, funciones en la coreografía social. Desde tiempos antiguos sirve tanto a organizadoras del orden (Estado, Iglesia, Academia…) como a sublevadas radicales para negociar con lo establecido en un intento de acercar lo imaginado a lo vivible, una especie de feedback loop donde cuerpos, territorios, subjetividades, relaciones se ven afectadas para no volver a ser las mismas.
Entendiendo, así, las fiestas como espacios políticos y transformadores -de una fuerza tal que desbordan los lenguajes discursivos y que se adentran en dimensiones poéticas, corporales, incodificables, en la construcción de otros mundos sensibles, en preguntarse no sólo por lo que hacemos sino por lo que podríamos hacer suceder en nuestros cuerpos, presencias, espacios, políticas, memorias, sensibilidades, ausencias-, en Barcelona se han engendrado y acogido ya multitud de propuestas sin tapujos que intervienen el imaginario común para insubordinar en él disidencias de orientaciones, capacidades, procedencias, afectividades, normalidades, estéticas…
Pero la fiesta, hoy, no sólo se organiza como un proyecto de insurrección sino también de supervivencia. El proyecto globalizador neoliberal que habitamos -especialmente en contextos metropolitanos como el nuestro- exacerba la rivalidad, la competición, la precariedad, el ahogo en la continua frustración entre promesas de mejora y nuevas deudas por las que desembolsar nuestros cada vez menores ahorros. También normaliza la desconexión con el resto del planeta y entre nosotrxs, nos habitúa a la neurosis, nos hace construir nuestra identidad a través del trabajo y cronificar el estrés. En este estado de crisis, la fiesta se convierte para muchos grupos en una herramienta complementaria -y frecuentemente, principal- de obtención de los recursos que necesitan para la vida. Y la fiesta nos funciona, así, como herramienta, porque para la mayoría social constituye una contraposición y escape psicológico y social a la manera desconfiada, desesperada y miedosa en que nos relacionamos con el mundo, un lugar para la obscena contraproductividad.
En una valoración subjetiva de lo que nos da para vivir, podríamos considerar no sólo los procesos laborales a través de los que obtenemos dinero sino también todas esas actividades e intercambios mediante los cuales adquirimos riquezas no económicas para un co-habitar nutrido, variado, responsable y en transformación constante. Según este impreciso cálculo también nos alimenta, también nos da para vivir, lo que comemos, nuestros refugios, nuestros paisajes, los cariños, los conflictos, nuestros proyectos políticos, nuestros deseos, nuestras estructuras de cuidados, nuestros compromisos… Según esta mirada subversiva y terapéutica de la fiesta, de la fiesta nos alimentamos, gracias a la fiesta vivimos.
Las piezas audiovisuales que se proyectaron recogen diversas ideas, estéticas, reflexiones y ópticas en torno a la fiesta como propuesta de insurrección disidente:
· La primera celebración, la confirmación: Coming out, de Florencia Alberti.
· Desde dentro: Actuació d’Ocaña i Camilo, de Video-Nou.
· El tiempo no productivo es mi fiesta: París #1, de Oliver Laxe.
· Cicatrices y tu mirada: Pirates, de Pol Merchan.
· Alcanzar a verte y seguirte, la romería: Fiesta en tres actos, de Belén Soto.